Tal como se esperaba, fue un partido con mucha intensidad, por la calidad mostrada por ambos equipos sobre el césped, lo mucho que se jugaban ambos, el propio espíritu del clásico y los piques que se fueron formando. Nos mantuvieron pendientes, disfrutando cada segundo, cada jugada. Los puntos de ventaja que poseía el Real Madrid hizo que el equipo saliese a ver si el Barcelona cometía algún error, pero realmente lo que le faltó al equipo azulgrana fue meter una marcha más para ir a por el partido. Sin embargo, enfrente tenía a un rival que siempre reacciona y va a por el partido. El Real Madrid incluso se relaja más ante los equipos pequeños, y solo aprieta cuando el resultado es adverso. Parece que le tienes que pinchar. En esas situaciones el equipo se crece. Y la mayoría de las veces le sale bien. Entonces es cuando uno se pregunta: ¿Por qué no lo hace antes? ¿Por qué no domina y es más contundente desde el inicio del partido? Para el aficionado es un poco estresante. Recuerdo aquel Barcelona de Messi y Guardiola que marcaba muy pronto, casi resolvía los partidos al principio y luego los dormía. Se podría decir que hasta te aburría después. Pero este Madrid te mantiene en ascuas.
El partido fue muy equilibrado en ocasiones. Ambos se cuidaron mucho de no cometer errores, sabían que no se podían despistar en defensa. El árbitro estuvo bien y no influyó en el resultado. El Real Madrid depende de más jugadores decisivos en ambas áreas, y menos del bloque, al contrario que el Barcelona, que se basa más en el juego colectivo, en el toque, porque tiene futbolistas jóvenes que serán importantes, pero a los que todavía les queda tiempo de madurez.