Orgullo Obra

Ignacio Carballo González
Ignacio Carballo LA SEMANA POR DELANTE

SANTIAGO

19 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Si partimos de la base de que el deporte espectáculo es un motor identitario de primer nivel porque lo es de desarrollo social y cultural, el descenso de categoría del Obradoiro es un duro golpe para la ciudad, no solo para los seguidores-sufridores que cada semana han vivido con el corazón en un puño, segundo a segundo, las contiendas del equipo y que han convertido Sar en una olla a presión que ha irradiado entusiasmo a la ciudad y simpatía a toda España. El Obradoiro, en medida proporcional al deporte del baloncesto —que no se puede comparar con la del fútbol— pero acrecentada en Compostela por ser el único club en la élite de una disciplina no minoritaria, ha sido, y esperemos que siga siendo, uno de los pocos lugares comunes de apasionado encuentro ciudadano en esta capital que ha crecido sobreponiendo sustratos de aluvión y, por tanto, muy necesitada de elementos de cohesión. Los turistas y peregrinos, extasiados ante la Catedral, llenan de emoción el Obradoiro, la plaza, que los compostelanos llevan interiorizada con un orgullo rutinario, al igual que toda la ciudad monumental, patrimonio no solo de los vecinos sino de toda la humanidad. El Obradoiro, el equipo, el club, nada es sin ciudadanía, sin su frente social que lo empuja anímica y económicamente. Como ave fénix que ha tenido que reconstruirse año a año por la imposibilidad económica de retenerlos, hay una larguísima nómina de jugadores que han pasado por el Obra en trece temporadas seguidas en ACB, gran parte de ellos extranjeros, y algunos han dejado su impronta para siempre en Sar, pero de otros apenas recordamos el nombre. Ellos pasan —siempre admirando la implicación de la afición como el imprescindible jugador número 6 permanentemente en pista—, pero el club, que es el producto de la activa voluntad ciudadana, permanece. Santiago pierde potencia en su proyección exterior con el descenso de categoría del Obra a LEB Oro, pero la recuperará más pronto que tarde si conserva intacto el apoyo social y sus dirigentes —que esta temporada no han estado atinados— aciertan en la gestión. Pensar que ahora, de puertas a fuera de la ciudad, solo queda la Catedral es un inasumible signo de derrota ciudadana cuando, por el contrario, urge activar señas de identidad compostelanas.