A-54: la obra eterna

Agustín Hernández Fernández de Rojas INGENIERO DE CAMINOS, CANALES Y PUERTOS. EX CONSELLEIRO DE MEDIO AMBIENTE, TERRITORIO E INFRAESTRUTURAS

OPINIÓN

María Pedreda

07 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El 5 de diciembre del 2009 tuve el privilegio de asistir, junto al ministro José Blanco, al inicio de las obras del tramo de la autovía Santiago-Lugo que conectaba Arzúa con Lavacolla. Con el inicio de las obras de aquel eje viario comenzábamos a recorrer un camino para completar una autovía vital para la capital de Galicia, para la ciudad de Lugo y también para canalizar los tráficos de una amplia zona de nuestro territorio con el resto de España.

Estoy seguro de que ninguno de los asistentes a aquel acto podíamos augurar la cantidad de problemas, obstáculos e incidencias que afectarían al desarrollo de la A-54, baste recordar que aquel primer tramo se puso en servicio el 24 de mayo del 2019; es decir, se tardaron más de 9 años en ejecutar un tramo de 18,5 kilómetros de longitud, sin notables dificultades técnicas, que en circunstancias normales podría ejecutarse en menos de la mitad de tiempo.

Como si de una maldición bíblica se tratara, esta infraestructura se ha visto afectada por una modificación de trazado por razones ambientales que obligó a diseñar soluciones alternativas más próximas a la provincia de Pontevedra, que finalmente se demostraron más impactantes pero demoraron la tramitación; por la crisis financiera y presupuestaria, que obligó a prolongar los plazos y diferir anualidades; por la redacción de modificaciones de trazado; por impactos no previstos en el patrimonio; por una pandemia; por una crisis de suministro; por los problemas contractuales con una de las adjudicatarias y, finalmente, por la inflación.

En mi opinión, resulta injusto responsabilizar de cualquiera de los problemas indicados únicamente al equipo ministerial de turno, puesto que estamos hablando de circunstancias sobrevenidas y con múltiples orígenes. Sin embargo, sobre el ministerio sí que recae la responsabilidad de buscar soluciones a los diferentes problemas, ponerlas en marcha y garantizar la finalización de la infraestructura.

Algunas de las medidas que evitarían demoras como la de la A-54 podrían ser: mejorar la coordinación con la administración ambiental para encajar trazados respetuosos que no generen impactos inasumibles, a través de un mejor trabajo de campo y de un contacto intenso con el territorio; mejorar la calidad y el trabajo sobre el terreno en la fase de proyecto; evitar las adjudicaciones con rebajas del precio de licitación, que hacen imposible ejecutar la obra; arbitrar mecanismos ágiles para responder al encarecimiento de los materiales; agilizar la tramitación de los expedientes de la obra; mejorar el seguimiento arqueológico y la coordinación con la Administración responsable para minimizar su afección al ritmo de la obra, o exigir al contratista la presentación y posterior cumplimiento de un cronograma sobre la ejecución de la misma.

Es responsabilidad del ministerio aplicar estas medidas, así como también comprometer una fecha, aunque fuera aproximada, para rematar la A-54, no solo por respeto a Galicia, sino porque la experiencia indica que, si se marca un objetivo, podremos cumplirlo o no, pero si no lo hacemos seguro que el retraso será mayor.

Ya está claro que la autovía A-54 no estará finalizada este año santo bianual y que desde el inicio del primer tramo van a transcurrir más de 13 años para su remate. Un triste récord y un nefasto precedente para Galicia, donde todavía tenemos pendientes autovías comprometidas en la planificación, para las que el ministerio no tiene fecha ni de licitación, ni de puesta en servicio.