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Bares como cuando no había móviles ni Internet

The Offline Club

Bares como cuando no había móviles ni Internet

Empezó como algo aislado en Ámsterdam y ya se ha extendido a otras ciudades. ¿Los jóvenes empiezan a cansarse de tanto móvil?

Viernes, 03 de Mayo 2024, 11:09h

Tiempo de lectura: 2 min

La idea era clara: crear un refugio del mundo digital que fomentara la más genuina interacción humana, reuniones cara a cara en bares libres de móviles de los Países Bajos. Empezó en Ámsterdam como un experimento de tres veinteañeros holandeses preocupados por cómo la constante interferencia digital estaba erosionando sus relaciones.

Tras las primeras citas, todos notaron más creatividad y paz mental

«Nuestro teléfono nos estaba quitando un valioso tiempo y ya no conectábamos con la gente», explica uno de los cofundadores de The Offline Club, Ilya Kneppelhout. El experimento de las primeras reuniones, íntimas y pequeñas, les reveló beneficios significativos en la creatividad y la paz mental e imaginaron entonces una comunidad mayor. Crearon una web (https://linktr.ee/theofflineclub) y una agenda de encuentros en bares pop up (bares ya existentes, pero acondicionados para un fin puntual durante un plazo limitado). Durante las primeras diez citas, la gente se reunió para leer, hacer manualidades, jugar a algo o tocar el piano.

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Más cerca. Hay personas de todas las edades, abiertas a conversar, y se organizan también eventos con música en directo y comida por 19,50 euros.

Incluso los universitarios iban a estudiar sin ordenadores. El fenómeno se viralizó en Instagram: más de 150.000 seguidores en menos de seis semanas. «Irónicamente, dos de nuestros vídeos tienen hoy más de 15 millones de visitas –cuenta Kneppelhout–, lo que demuestra que el mundo está pidiendo a gritos algo así». Y eso parece: The Offline Club se ha expandido ya a Utrecht, Nimega y Haarlem y organiza incluso eventos especiales, con música en directo y comida, y escapadas de fin de semana de desconexión total en la naturaleza holandesa.

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Como en casa. Muchos van a estudiar; otros, a leer sin más; y siempre hay quienes echan las horas con juegos de mesa o haciendo punto.

El fenómeno confirmó también la epidemia de soledad. Más de un tercio de las personas en los países industrializados la sufren. «La gente –dice Kneppelhout- tiene una necesidad interna de conexión. Lo necesitamos como seres humanos».