Menú a un euro contra la crisis

Juan González

SOCIEDAD

Una sidrería de Gijón ofrece cada jueves a sus clientes un almuerzo ?completo, con tres platos, postre, pan y bebida, a un precio irrisorio

01 nov 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

En los tiempos de crisis se agudiza el ingenio. Una sidrería de Gijón ha obrado el milagro de multiplicar los panes y los peces los jueves, día en que ofrece a sus clientes un menú completo de tres platos, postre, pan y bebida al irrisorio precio de un euro. Más barato que un café.

Los dueños del mesón Dario's, en la avenida de Pablo Iglesias, nunca creyeron que lo que imaginaron como una broma iba a convertirse en el mejor reclamo publicitario para el establecimiento, que después de un año y medio abierto al público ha encontrado en el menú anticrisis la clave del éxito.

Desde hace dos semanas, los jueves el salón comienza a abarrotarse de comensales a partir de las 11.30 horas y la actividad de la cocina no concluye nunca antes de las 18.00 horas, lapso en el cual se sirven varios centenares de platos de un menú imposible de configurar respetando los costes.

Este jueves se sirvió sopa de marisco, fideuá, y un tercero a elección entre chorizo a la sidra con patatas fritas o calamares, flan, pan y vino, agua o gaseosa, y a las 13.00 horas la gente que llegaba tenía que irse sin comer porque ya no había sitio.

Las mesas se van ocupando respetando el estricto orden de llegada y luego se abre una lista de espera hasta una hora, y hay casos de comensales que esperan más de dos horas para sentarse y disfrutar de la comida que prepara con sus propias manos la dueña.

Emilia Jiménez es una inmigrante sudamericana que reside en Gijón desde hace 11 años y regenta el local con Darío, uno de sus dos hijos, quien atiende la barra y el comedor, lleva a rajatabla la lista de reservas, y ha sido el artífice de la estrategia comercial. «Todo empezó como una broma, como una idea algo loca, pero cuando la pusimos en práctica vimos que tuvo una repercusión increíble y ahora tenemos mucha gente el resto de la semana que antes no teníamos», dice Emilia gesticulando con sus manos enharinadas.

Esta mujer, bajita, inquieta, va de un lado al otro de la cocina, mete los calamares en la fritanga, sacude la fideuá y atiende a la comanda todo casi al unísono, al tiempo que ametralla las palabras y dice que «en tiempos difíciles hay que hacer lo mejor que se pueda sin perjudicar a nadie».

Sabe que la publicidad conseguida tiene algunos detractores, sobre todo otros hosteleros que les acusan de competencia desleal, pero ella dice que solo ha hecho «empezar algo que otros pueden seguir haciendo».

En la barra, la gente se amontona para tomar algunos culines de sidra y de esa forma hacer un poco más amena la espera, los camareros se mueven con rapidez entre el maremágnum para servir pinchos, atender los pedidos y cobrar las consumiciones. Un grupo de estudiantes universitarios ocupa una de las mesas. Han venido por primera vez a darse «un atracón» por un euro. En la puerta, un cartel escrito con tiza sobre una pizarra anuncia: «Ya llegó el jueves. Menú anticrisis a un euro». Los viandantes se detienen en la acera, algunos entran pero en un instante salen. Ya no queda sitio.