Toyohiro Akiyama, el (único) fumador empedernido que visitó el espacio

Carlos Portolés
Carlos Portolés REDACCIÓN / LA VOZ

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El periodista fue, en 1989, la primera persona en hacer una retransmisión televisiva en directo desde fuera del planeta

08 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

La de astronauta es, seguramente, la profesión con más empaque de todas. No hay chiquillo que no haya soñado alguna vez con caminar por el vacío del espacio enfundado en un traje estilo michelín. Quizás por el cine, la idea que se tiene del que a este oficio de valientes se dedica es la de un héroe pluscuamperfecto. Musculoso, inteligente y resolutivo, capaz de enfrentar cualquier peligro, por inesperado y angustioso que sea. Generalmente, encaja el individuo galáctico en esta descripción. Para ascender a la nada infinita —no digamos ya, por ejemplo, para ir a la Luna— hace falta tener en el alma una mezcolanza de temeridad y gallardía que no está al alcance de cualquiera. 

Pero, entre todos los astronautas de la historia de la astronáutica, hubo una vez un tipo como usted o como yo. Un señor japonés de mediana edad, no especialmente fibroso, que era, además de todo, fumador no ya empedernido, sino directamente irredento —dicen que llegaba a gastar hasta cuatro cajetas por jornada—. Su nombre, Toyohiro Akiyama. A pesar de que acabó bañado por la fama tras ascender a los cielos dentro de una nave, su profesión real era la de reportero. Tuvo la buena o la mala suerte —todo depende del prisma con el que se mire— de ser el primer periodista en ser seleccionado para hacer una conexión televisiva desde más allá de la atmósfera. Por añadidura, fue el primer nipón en abandonar el planeta. Casi se podría decir que Akiyama ha sido toda su vida un pionero sin querer. Ahora, no obstante, es un tranquilo señor de 81 años jubilado de la enseñanza y que, durante un tiempo, hasta probó suerte como granjero ecológico.

Estaban los maravillosos ochenta a punto de perecer. 1989. La Tokyo Broadcasting System (TBS), prominente cadena de televisión japonesa, estaba teniendo una pequeña crisis de audiencia. Necesitaban un golpe de efecto. Algo de punch prenoventero. Un movimiento riesgoso que los diferenciara de la competencia. Y vaya si se fueron lejos a buscarlo. Fuera del planeta. Aquí entró en juego la Rusia proletaria. Los soviéticos, que, a pesar de encontrarse en horas bajas, trataban con la lengua siempre fuera de mantener el ritmo de la carrera espacial con Estados Unidos, necesitaban financiación para su expedición Soyuz TM-11. De ahí surgió la sinergia. La TBS y otras compañías japonesas pusieron los fondos que faltaban. A cambio, un periodista japonés iría a bordo de la nave y haría conexiones en directo desde los cielos. El seleccionado, después de un proceso con cientos de candidatos, fue nuestro Akiyama. Así se convirtió en el primero en varias cosas. Primer japonés en salir de la Tierra. Primer periodista en salir en la tele en directo desde el espacio. Y, casi seguro, primer fumón de campeonato en tornarse en héroe cosmonáutico

Los pulmones de Toyohiro debían ser una batalla encarnizada. Porque, a pesar de las decenas de pitillos diarios rellenándolo de humo, era el hombre un gran nadador. Tampoco tenía, por lo tanto, físico de procrastinar en exceso. Aun así, una cosa es tener cierto aguante y algo de buena planta y otra muy —muy— distinta es estar listo para emprender una odisea hacia las estrellas. Para ponerse a punto tuvo que atravesar un duro período de entrenamiento en Rusia, en el que se le mejoró la condición física y se le dieron los conocimientos necesarios para acometer la ambiciosísima empresa. No fueron, sin embargo, las agujetas lo más doloroso. Fue tener que despedirse de la cajeta. Aun flotando en la ausencia de gravedad, con la visión extraordinaria de la Tierra desde arriba, su mente se fugaba constantemente a la muy mundana querencia de echarse cigarrillo. Pero en órbita no existe, claro, la posibilidad de salir a terraza a por nicotina.

Genio y figura, al volver de su viaje, Akiyama declaró que, sin duda alguna, lo más duro de ser atronauta es que no se puede fumar. Pero no fue la única dificiltad que tuvo que enfrentar. Declaró uno de sus compañeros de abordo que «nunca vio a un hombre vomitar tanto» como a Akiyama durante aquella semana. Son precisamente estos detalles los que hacen al personaje tan entrañable. Un hombre común que venció a sus miedos y se lanzó a lo desconocido. Y eso, náuseas y abstinencias aparte, es lo más elevado a lo que puede cualquiera aspirar.