Por si no estábamos suficientemente perplejas por el asedio musical al que Shakira ha sometido a la nueva pareja de su ex, la cantante colombiana acaba de ser condenada a tres años de cárcel y a pagar una multa de 7,3 millones de euros sin que a nadie parezca importarle demasiado. Isabel Mebarak Ripoll defraudó a Hacienda y a todos nosotros durante el tiempo que vivió en España con el futbolista al que ahora pone podre cada vez que abre el pico. Lo increíble es que la semana pasada la cantante colombiana se subía al escenario de los Grammy Latinos y era jaleada como una diva intersideral por los mismos a los que ha sisado un centímetro de carretera o una cama de hospital, por poner un ejemplo. En un puñado de días, la señora descendía del firmamento de la música al banquillo de los acusados en un viaje, que increíblemente no le ha pasado factura, porque los seres humanos somos así de particulares. Shakira pactó esta resolución judicial para evitar ser juzgada y, según aseguró, por la tranquilidad de sus hijos, en esa estrategia de loba coraje de la que tanto le gusta presumir. Da igual que esos mismos hijos, por los que renuncia a demostrar una inocencia en la que insiste, tengan que escuchar cómo despedaza en cada nota al padre que los engendró, con una insistencia que la colombiana ya ha convertido en un género musical. A estas alturas, su despecho es ya el más rentable de la historia y puede que también el más cansino. Pero es que la peripecia Shakira da para mucho. Hasta para tomar posición con respecto al asunto catalán, como si no tuviésemos ya suficiente. Fue el abogado de la artista en unas declaraciones a RAC1 el que le cascó al periodista: «Si se hubiese enamorado de Sergio Ramos le habría costado mucho menos dinero», en una frase antológica digna de un detallado análisis sintáctico y psicosocial. Se entiende que el letrado quería meterle un rejón a la política tributaria catalana, que mantiene el impuesto de patrimonio que los liberales madrileños disolvieron hace tiempo, pero, de paso, le salió una chocante sentencia en la que se da por hecho que el ámbito amoroso de la mujer se limita al mundo del fútbol de primera división, y que, en cualquier caso, vino a España a perder pasta, sí o sí. Di tú que ya la habrá recuperado con creces.