Patricia Cancelo, artista: «Es triste exponer en Dinamarca, París o Alemania y no en Galicia, mi tierra»

Bibiana Villaverde
bibiana villaverde VIGO / LA VOZ

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Esculpe grandes figuras de hierro desde hace 30 años, adaptaciones de sus obras se han vendido en museos como el Guggenheim y tiene su propia galería en Barcelona

09 abr 2024 . Actualizado a las 01:22 h.

Desde Dinamarca y a menos tres grados, Patricia Cancelo habla con emoción de la parroquia de Oleiros, en Salvaterra, donde se crio. La artista está estos días en el país escandinavo, invitada por un marchante que le ha pedido que exponga su obra de forma permanente en la prestigiosa West Station Gallery, en la ciudad de Lunderskov. En treinta años de oficio ha recibido muchos portazos por querer dedicarse a esculpir hierro y, a los 52, por fin recoge frutos de una carrera a fuego lento. «En verano expondré en Alemania, me está yendo muy bien en el norte de Europa, cuidan la cultura». Su labor de artista la compatibiliza con la gestión de la galería de arte que lleva su nombre en la calle Enric Granados de Barcelona, milla de oro del arte en la Ciudad Condal, adonde emigró con su familia cuando tenía 15 años.

A pesar de estar viviendo un momento dulce en lo profesional, la artista sueña con poder hacerse un hueco en Galicia. Viguesa de nacimiento, estudió en el colegio Rosalía de Castro, donde fomentaron sus habilidades. «Yo no era buena estudiante, pero mis figuras de barro siempre eran las primeras que elegían para exponerlas en el Belén del colegio». Ya de niña creaba formas con migas de pan, pero ni el barro, ni la arcilla, ni tampoco la piedra, colmaron las expectativas de esta creadora que encontró en el hierro su alter ego. Estudió Bellas Artes en Cataluña y se topó por casualidad con este material gracias a una beca que estuvo a punto de rechazar. «Me parecía duro y poco maleable, pero cuando empecé a trabajar con él, fue amor a primera vista. Mi primer trabajo fueron unos dioses de dos metros que seleccionaron para un exposición».

El tamaño gigante sigue siendo uno de sus fuertes. Esta mujer, que pesa 50 kilos, tiene figuras desde los dos kilos a los 300. «He arrastrado piezas que pesaban el doble que yo, me costó una hernia cervical, pero he tenido que demostrar mucho en un mundo de hombres y no quería pedir ayuda». Cuando empezó su carrera con la soldadura, no había guantes de su tamaño y tenía que cogerse con pinzas el mono de trabajo de tallas masculinas. La ropa se le hacía grande, pero lo que más le costó fue conseguir un hueco en el mundo del hierro. «Aún hoy entran en el taller, me ven soldando a mí y me dicen que quieren hablar con el responsable». También pinta y ha creado una colección de joyería para el punto de venta del Museo Guggenheim y que se puede adquirir en la Galerie Minimasterpiece en París.

Ella misma se ha ido moldeando. Empezó en el año 1989 y ha tenido múltiples oficios. Llegó a trabajar y formarse como periodista cuando la escultura no pagaba las facturas. «Me decían que un taller no era un lugar para una mujer y yo tenía que trabajar de azafata cobrando una décima parte de lo que pagaban a mis compañeros de facultad como soldadores». Con una determinación de hierro, consiguió que le dejaran un espacio en la empresa Oxiterri de Girona, donde le cedían material a cambio de que les donase piezas. Su maestro fue Josep María Pares; en el taller del maestro empezó la joven artista a barrer para llegar a dominar, con los años, el arte de la soldadura.

Tras buscarse la vida en varios países, Cancelo ha conseguido que sus obras y sus Universos sean reconocidos por amantes del arte. «Vivir de la escultura es difícil. Todo el mundo tiene donde colgar un cuadro, pero no una peana para una figura. Además, muchas obras suponen una inversión bestial de inicio». Forma parte del fondo de coleccionistas privados y de centros como el Museo Enric Monjo, en Barcelona, o el Museo científico subterráneo Cnafranc, en Huesca. Tiene obra en edificios patrimonio de la Unesco como el recinto modernista de Sant Pau o la estación de Dinamarca donde inaugura esta semana.

«Transportar esculturas es muy caro. Traer mis obras a Dinamarca me costaba 3.000 euros por trayecto. He adaptado el coche y he conducido 29 horas para poder exponerlas». Sus Universos circulares simbolizan que cada persona es un mundo: «Los aros no están completos porque representan la diversidad. Cuando las cosas no van bien me imagino el mundo cuadrado, que no gira, como una rueda cuadrada que no da vueltas. Cuadrados que pueden ser puertas al futuro cuando estás en un laberinto».

Hace 20 años que trató de establecer vínculos profesionales con Galicia, pero no recibió respuesta de las instituciones; aunque sí colaboró con la Rede de Mulleres contra os Malos Tratos de Vigo. «Es triste haber recibido tantos premios y que en mi tierra, Galicia, no se me hayan abierto puertas. Lo intenté y no lo conseguí. Tengo obras en París, Irlanda o Dinamarca, en julio estaré en Alemania y se están interesando por mi obra desde Nueva York». Exponer en la tierra donde nació y creció es la asignatura pendiente.

Su canción favorita

«Hakuna Matata», de El Rey León. «Intento aplicarme el lema de la canción, ‘Ningún problema puede hacerte sufrir', pero yo la verdad es que entro en bucle. Con mi obra consigo la simpleza que no logro en mi vida. Al crear busco ligereza, mi terapia es el arte. El arte cura y abre el alma».