Pablo Vázquez nunca pierde la fe

TORRE DE MARATHÓN

CESAR QUIAN

El contagioso optimismo del central conecta con la pasional grada de Riazor

07 abr 2024 . Actualizado a las 22:05 h.

Pablo Vázquez es un poco ese mano a mano asistido por Barbero, pero es todavía más la jugada que lo precedió. No hay opción de colarla en el recopilatorio de mejores acciones del central, aunque resume el optimismo expansivo con el que afronta cada ocasión en que debe intervenir. Apuraba a recuperar su posición tras un córner cuando le cayó encima el cuero y se vio de inmediato rodeado por tres. En lugar de buscar socios en la refriega, encaró al trío, entrando en un breve trance de movimientos espasmódicos que cualquier observador benévolo podría confundir con imitaciones desproporcionadas de las fintas de Yeremay.

Amagos naturales en cuerpos livianos como el del canario que provocan cierta ternura cuando los intenta un gigantón de la talla del zaguero blanquiazul. Concluido el sortilegio, trató de echar a correr. No fue mucho más allá, porque ningún adversario se tragó la finta, y uno de ellos metió el pie. Perdió la bola el fornido valenciano, pero ganó un saque de banda tras el que sus compañeros habían vuelto a su lugar.

Instantes más tarde, el 15 del Dépor perseveró. Se cumplía la hora de encuentro y David Mella acababa de abandonarlo con molestias propias de la acumulación de minutos. Nadie se acerca a los casi 2.700 que suma Pablo Vázquez en el conjunto coruñés. Infatigable, tumbó a Slavy en la pelea por el balón llovido, lo domó, se lo entregó en corto a Davo y corrió de nuevo; en esta ocasión, sin que nadie se interpusiera, porque la pelota circulaba a varios metros de distancia. La perseguía, escorado, Barbero. Acosado por el último zaguero de Unionistas, franqueando así el acceso hacia la meta charra. Cebo para optimistas dispuestos a salvar deprisa la distancia entre el área propia y la rival. «Cuando vi que había hecho el esfuerzo de llegar a línea de fondo, digo: ‘voy a pasársela a ver si tiene suerte y hace gol’», contaría después el punta del Deportivo sobre su intento de asistencia al central. «Y estuvo cerca», subrayó.

Se hizo grande Iván Martínez, abriendo los brazos para vencer el mano a mano y evitar el quinto tanto de la temporada de uno de los ídolos de Riazor.

La grada, experta en fe, la identifica enseguida y la celebra. Al repasar, ya en zona mixta, las virtudes de su inesperado socio, Barbero no se quedaba en la contundencia, la buena colocación o la capacidad de ganar duelos de este futbolista indispensable y prefería resaltar lo intangible: «Es valiente, se anima, tiene confianza».

«No temo a nadie», proclamaba a mitad de semana el propio Vázquez, calibrando al resto de postores a la plaza de ascenso directo. «A motivación no nos pueden ganar». Ni a optimismo. Para eso está él.