Una casa y una nueva vida para las personas sin hogar

Marta Otero Torres
marta otero LA VOZ

SOCIEDAD

Uno de los usuarios del programa Housing First
Uno de los usuarios del programa Housing First

La Fundación ''la Caixa'' apoya el proyecto Housing First, que da una nueva oportunidad a quienes viven en la calle

17 ene 2024 . Actualizado a las 15:54 h.

Tras cada persona que acaba viviendo en la calle hay una historia cargada de dolor y dificultades. Desde hace unos años Provivienda y la Fundación Rais Hogar Sí desarrollan el programa Housing First, que da una nueva oportunidad a decenas de personas sin hogar y ha recibido el impulso de Fundación ‘‘la Caixa'' a través de sus convocatorias de proyectos sociales.

La novedad de este proyecto, como explica Lara Caamaño —técnica de vivienda del programa en A Coruña— es que invierte la pirámide clásica mediante la cual las personas sin recursos acceden a una vivienda, «que normalmente va de menos a más». «Nosotros lo que hacemos es poner la vivienda como un derecho fundamental de las personas, y como el primer logro a partir del cual tú inicias el proceso de recuperación, pero ya bajo un techo, más allá de cualquier tipo de problemática que tengas».

En la actualidad, disponen de quince pisos en la ciudad de A Coruña, que destinan de uso individual, alojando a una persona por vivienda entre los candidatos que vienen preseleccionados desde los servicios sociales del ayuntamiento. «Trabajamos con el colectivo más enquistado de la sociedad, gente que lleva una larga trayectoria de sinhogarismo. Pero, además, nuestro perfil de usuario tiene añadida una problemática, como puede ser una adicción, un problema de salud mental o algún tipo de discapacidad física o sensorial».

Con este programa luchan también contra la estigmatización de este colectivo, y han demostrado su éxito con una alta tasa de adherencia. «La gente al recibir este tipo de oportunidad se siente dueña de su espacio, en un lugar seguro. El proceso de recuperación se inicia desde un punto totalmente diferente». Todo se hace, además adaptándose a las decisiones de cada persona. «Trabajamos desde lo que los usuarios quieren o no hacer, no desde la imposición, sí desde el consejo —afirma Caamaño—. Cuando intervienes de esta manera las cosas fluyen de una forma totalmente diferente: confían en ti y se construye un vínculo muy bonito del técnico con las personas».

La persona consigue su casa, y después comienza el proceso de integración. «Dependiendo de las demandas de cada persona, la integración se centra en unas cosas o en otras». Cuando un usuario estrena nuevo hogar, el programa le ofrece dos tipos de servicios: «por una parte, le ofrecemos ayuda con lo que tiene que ver con el cuidado de la vivienda, la convivencia vecinal, el proceso de responsabilizarse de su casa... Y por otro lado van los temas médicos y el servicio de fortalezas, para que las personas tomen conciencia de sus aspectos positivos, porque muchas de las que vienen de la calle han perdido la confianza en sus cualidades». Este servicio supone «un antes y un después en la intervención, cuando la persona vuelve a ser consciente de que tiene cosas positivas que aportar a la sociedad». En general, los usuarios no pagan nada si no tienen ingresos, «pero si tienen algún tipo de prestación lo que aportan es un 30 % de sus ingresos, destinados a un entrenamiento de un alquiler y una independencia futura».

El resultado, al final, es muy satisfactorio. «Ellos nos dicen siempre que se sienten muy agradecidos —comenta la técnica—, al principio les cuesta creérselo y nos dicen mucho eso de ‘me ha tocado la lotería' o ‘no sé por qué esta oportunidad a mí, que no me la merezco'. Pasan de vivir de la calle, de llevar cuatro años durmiendo bajo el puente de Alfonso Molina a de repente, ¡uau!, ‘tengo un piso para mi solo'. El momento de la entrada siempre es muy bonito. Y el de la salida, cuando ellos se van a andar su vida, mejor».