«La Mesías»: aquello fue una experiencia religiosa

PLATA O PLOMO

La serie que nos convirtió a todos en fieles creyentes de la ficción que vendrá

11 feb 2024 . Actualizado a las 22:29 h.

Como los fanáticos más devotos de cualquier religión acudíamos cada jueves a aquella homilía audiovisual. El sermón lo daban a tres voces Ana Rujas, Lola Dueñas y Carmen Machi por Movistar+ y nos tenía a todos enganchados deseando (más de lo habitual) que la semana pasase rápido, lo más rápido posible. Sucedió en octubre y fue, a todas luces, una experiencia religiosa.

Parte de la culpa de que La Mesías, la serie creada por Javier Calvo y Javier Ambrossi, nos convirtiese a todos en fieles creyentes fue ese goteo de capítulos. A la vieja usanza. Solo uno a la semana para que pudiésemos digerir una historia densa, difícil de tragar. La del reencuentro de los hermanos Enric (Roger Casamajor) e Irene (Macarena García) con un pasado del que intentaron huir, pero que vuelve en forma de videoclip viral.

Pero este clásico viaje al pasado adquiere un matiz diferente cuando los hermanos vuelven a abrir la herida familiar solo para descubrir que dentro de la llaga todo sigue igual. En el universo Puig Baró, que un día fue también su hogar, la matriarca, Montserrat, era y todavía es el centro de todo. Afirmaba y aun afirma que habla con Dios. Y su red de mentiras, abusos, miedo y sometimiento sigue tiñendo las infancias de las hermanas que se quedaron.

¿Y qué pasa cuando los que deben proteger a los niños son su mayor amenaza? Cuando el hogar deja de ser confort, ¿dónde te refugias? Pues por ejemplo, en la música. Stella Maris, la banda formada por las hermanas Puig Baró (con Amaia Romero como principal reclamo), es uno de los grandes aciertos de la serie. Sobre todo porque con las melodías de Amada madre, La casa huele a Gloria o La Alcantarilla nos echamos unas risas en medio de la oscuridad y la tensión que reinan durante los siete capítulos de la ficción.

Su estética hizo que al principio todos pensáramos que La Mesías era un biopic camuflado del grupo de pop cristiano Flos Mariae, pero resultó ser mucho más que eso. Un viaje en busca de la identidad y el amor, una muestra del impacto perpetuo que tiene la infancia en nuestras vidas y la exploración de ese vínculo indisoluble que se forja entre madre e hijos. Pese a todo.

Aquel octubre fue una verdadera comunión con Dios y ahora solo nos queda esperar la próxima hostia de los Javis.