«Bamos a ber»

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

SELECTIVIDAD

Sandra Alonso

20 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Fue en uno de aquellos encerados de los ochenta y con una de aquellas tizas tan tóxicas como la farlopa. El profesor dominaba los atajos lúdicos de la pedagogía y sabía cuánto podía deslumbrar con una sencilla coma. Hay una predisposición bien entrenada a despreciar por inútiles las matemáticas y la ortografía que se manifiesta en ese «¿y esto para qué sirve?» que ha traspasado generaciones gracias a los malos maestros. No era el caso. Aquellas criaturas instaladas justo en esa edad en la que no sabes si eres desidia o fe solo necesitaban una señal para entender qué te juegas si escribes mal. La señal fue una coma. El profesor preparó la escena. «Un juez tiene que explicar a un verdugo el destino de un reo», fabuló. «Quiere liberar al condenado pero no sabe puntuar». «No tenga clemencia», transcribió en la pizarra, para que escrutásemos la decisión del árbitro. Desde el pupitre entendimos que el condenado había sido ejecutado porque al juez le había faltado una coma que desactivara el no y dejara la sentencia en un indulgente «no, tenga clemencia». Desde entonces colocamos cada coma con el cuidado de quien se juega la vida con un gesto minúsculo.

En una lista interminable de objeciones generacionales que desvela que ya fuimos más que seremos, aquellos chavales de los ochenta despreciamos a los de hoy por sus «bamos a ber», como si en todos nosotros permaneciese instalado el espíritu de Lázaro Carreter que nos guiase entre las diéresis. Olvidamos que los críos lidian con los predictivos del WhatsApp, un género en sí mismo que cuando escribes en gallego te indican que agasallar se escribe avasallar. O que competir con el ritmo desquiciado de un scroll de TikTok requiere el entrenamiento mental de Gandhi. De momento, colocar mal las comas no les costará la vida, pero sí una rebaja en la nota de su selectividad.