Pedir un taxi en Santiago, difícil tarea en un otoño lleno de congresos: «Estuvimos media hora llamando para acabar yendo a pie»

Andrés Vázquez Martínez
Andrés Vázquez SANTIAGO

VIVIR SANTIAGO

A la hora de comer había más oferta de taxis que demanda, siendo las horas críticas las ocho de la mañana y de la tarde.
A la hora de comer había más oferta de taxis que demanda, siendo las horas críticas las ocho de la mañana y de la tarde. Sandra Alonso

Las horas punta de la mañana y de la tarde son críticas, mientras que todo se relaja en los momentos centrales del día

06 oct 2023 . Actualizado a las 21:34 h.

Con la temporada de congresos, que comienza normalmente en octubre, Santiago de Compostela espera alargar su verano, al menos en cuanto a visitantes se refiere. El tiempo sigue acompañando también, aunque con preocupantes calores nunca vistos en esta época del año, por lo que los primeros eventos en el Palacio de Congresos de este mes no se hicieron esperar: el XXIX Congreso Nacional de Neonatología y Medicina Perinatal y el IX Congreso Nacional de Enfermería Neonatal, que entre los dos concentran a más de un millar de personas entre el miércoles y este viernes.

Los problemas no se harían esperar en el transporte, concretamente en los taxis. Si bien desde hace semanas se vienen sucediendo novedades en este sector, que engloban desde la creación de turnos para los taxistas hasta la previsible dotación de más plazas fijas para el sector en Compostela, este jueves ha quedado patente la necesidad de medidas, sea la una, la otra, o las dos.

Lo han vivido en sus propias carnes Esperanza Campos, María Castaño y Marta Fernández, que acuden a los congresos desde Sevilla. Las tres profesionales sanitarias se toparon con los primeros problemas nada más llegar al aeropuerto de Lavacolla, donde tuvieron que esperar prácticamente una hora por un taxi después de aterrizar a las doce y cuarto de la noche del martes desde la capital andaluza. «Parecía que solamente había un coche para todo el aeropuerto, le daba tiempo a bajar a Santiago y volver para recoger a los siguientes clientes viendo la cadencia que tenía», reconocían las congresistas.

Cuando salió el sol a la mañana siguiente, la del miércoles, no parecía haber problemas, todo funcionó. Ahora bien, el jueves se les formó una nueva odisea: dado que los taxis no reservan carreras de un día para otro en Santiago, tuvieron que llamar por un coche a primera hora de la mañana, en el momento de más ajetreo, con tan mala suerte que las tuvieron comunicando «fácilmente media hora» para acabar diciéndoles que no sabían cuándo iba a haber un vehículo disponible para que las llevase.

«Decidimos zanjar la situación a pie, caminando durante 25 minutos entre nuestro hotel y el Palacio de Congresos, porque ya habíamos perdido mucho tiempo llamando y no queríamos llegar todavía más tarde». La propia recepcionista de su alojamiento les dijo cuando las vio salir que aquello era una lotería, pues el taxi podría aparecer al cabo de pocos minutos en la puerta o podían pasar horas hasta que todo se desatascase, «lo que para nosotras sería demasiado tarde».

Algo similar les ocurrió a unas asistentes al congreso llegadas desde Madrid, que formaban un grupo de cinco. A ellas se les sumaron la falta de respuestas por parte de los teléfonos de las asociaciones y el colapso de la hora punta, «pues pedimos a primera hora de la mañana un taxi de siete plazas que nos pudiese llevar a todas de una tacada pero nos comunicaron, tras minutos de hilo musical, que no los había disponibles, de manera que enviarían dos turismos normales». Su sorpresa llegó cuando solo apareció uno, «una señora muy amable», que acabó haciendo dos viajes ante el plantón del otro coche.

Jaime Roldán, que ha llegado también el martes y también desde Sevilla, pone el foco en las horas punta pero de la tarde, «a eso de las ocho, cuando las actividades de los certámenes terminan». Se quedó esperando por un taxi durante el anochecer de este miércoles sin remedio, dado que al final acabó llamando a un compañero para que lo recogiera con su coche particular ante la inexistencia de servicio.

A este sevillano, enamorado de Santiago, por lo que dice, lo acompaña una compañera compostelana en su estand del congreso. Ella también alza la voz sobre la carencia de taxis, puesto que, a pesar de que se mueve entre su casa y el Palacio de Congresos en su vehículo particular, quiere denunciar que desde hace tiempo «cuando hay el mínimo evento en Santiago sus habitantes se quedan sin servicio de taxi». Bajo su punto de vista se requieren alternativas «del tipo que sean, desde una modernización del gremio que incluya también más plazas fijas hasta la llegada de empresas como Uber o Cabify, que liberalizan el sector y acaban con el monopolio del taxi».

Los taxistas, por su parte, destacaron la tranquilidad de la mañana, algo que contrasta y mucho con las experiencias vividas por los asistentes a los congresos que han optado por ese medio de transporte. Para los chóferes, las horas del mediodía (que sí eran tranquilas del todo) se venían sucediendo desde el comienzo de la jornada. Esa calma se debe a que los presentes en el Palacio de Congresos tan solo tenían una hora para almorzar entre las ponencias mañaneras y las vespertinas, tiempo que no les sería suficiente para salir de las inmediaciones del recinto para comer. Es por ello que abundaban las fiambreras y las visitas a los restaurantes de San Lázaro, los grandes beneficiados de certámenes como el que transcurre esta semana.

Muchos de los asistentes se decantaron por comer en los exteriores del Palacio de Congresos entre las ponencias matutinas y vespertinas.
Muchos de los asistentes se decantaron por comer en los exteriores del Palacio de Congresos entre las ponencias matutinas y vespertinas. Sandra Alonso

El transporte público aprueba

Unas ponentes, llegadas desde Alicante, comentan en corrillo ante la puerta del Palacio de Congresos compostelano el caso de una de sus amigas, también ponente, que por poco no llega a su propia charla «debido al retraso de media hora que le generó el taxi que la traía». Mientras tanto, ellas han tomado la decisión de utilizar siempre el transporte público, los autobuses urbanos de Santiago, desde en su bajada del aeropuerto Rosalía de Castro al centro de la ciudad hasta en los trayectos entre su hotel y San Lázaro.

«Hemos utilizado el 6A para bajar del aeropuerto y sí se nos ha hecho raro el tema de que se utilice como un autobús urbano normal, a pesar de ser el vehículo especializado para el aeropuerto», comentan las tres mujeres. Por lo demás, si es que lo anterior se puede contar como una, sin queja de ningún tipo: «Estamos yendo y viniendo del hotel en el bus número 6 y la verdad es que no hemos notado agobio, todo funcionó bien, hasta el punto de que no nos planteamos en ningún momento usar el taxi ni ningún otro tipo de transporte».