Un nuevo tiempo para Galicia

OPINIÓN

PACO RODRÍGUEZ

13 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde que se convocaron las elecciones gallegas —allá por el mes de diciembre— hasta hoy, la gobernación de Galicia —es inevitable— perdió potencia. Digo «la gobernación», y no la política, porque esta última, en cambio, aceleró sensiblemente, no solo porque los partidos están obligados a atender a la confección de sus listas electorales, a la elaboración y realización de sus campañas y a soportar una incertidumbre sobre el futuro, sino porque el sistema obliga a respetar algunos plazos y permite ralentizar otros que hacen incomprensiblemente larga la elección e investidura de un nuevo presidente.

Pero el tiempo pasa y hoy jurará su cargo Alfonso Rueda, y entramos de lleno en un nuevo tiempo para Galicia en el que, si hemos de darle credibilidad a los mensajes que el presidente fue dosificando en los últimos meses, cabe esperar una nueva forma —más potente y confiada— de hacer Galicia. Si contemplamos este momento desde una perspectiva estrictamente jurídica, Alfonso Rueda está ya en su segunda investidura, porque ni su poder ni su legitimidad tienen la más mínima diferencia con el poder que ya ejerció los dos últimos años.

Pero hoy debemos de reconocer que el relevo de Feijoo fue manipulado por la oposición socialista y nacionalista con la manifiesta intencionalidad de devaluar su anterior investidura, que llevó a ambos partidos a hablar del «presidente no electo», y a sugerir una extraña obligación de disolver inmediatamente el Parlamento. Una idea que, por cierto, va abiertamente en contra de lo dispuesto en la constitución y las leyes, y que una política decentemente entendida no debería utilizar. Pero también es verdad que este discurso, típicamente opositor y malintencionado, fue asumido al menos en parte por el propio Rueda, que desde el primer momento de su portentosa victoria electoral dio síntomas de respirar tranquilo por haber tenido sus propios votos, como si acabase de subir un peldaño en la legitimidad y en virtualidad del poder que ahora está preparando minuciosamente y con buenos pronósticos para él y para Galicia.

En cierta medida, me alegro de que lo haya interpretado así, porque es una forma de dar respuesta contundente a quienes quisieron acusarlo de haberse colado subrepticiamente en el poder. Pero creo que esa forma de entender los procesos electorales, y las legislaturas que generan, no es buena para el país ni para el sistema, e incluso puede producir una artificiosa aceleración de cambios organizativos y políticos que pueden llevar a equivocaciones funcionales. Rueda se ha preparado para hacer una salida espectacular en esta legislatura. Y carece de sentido que Pontón haya modificado la manida idea del «gobierno en la sombra» para generar la idea de actuar como un «gobierno alternativo» —«recuerda, Ana, que solo eres oposición»—, o como si el «casi» con el que ella malinterpretó los resultados del 18 de febrero le permitiesen devaluar la plenitud del mandato que, con todos los derechos y apoyos, empieza hoy —¡felicidades, presidente!— Alfonso Rueda.