Esta vieja política

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

Alejandro García | EFE

18 jun 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

En política, aquello de «de este agua no beberé» suele ser el primer chupito que conduce a la borrachera. Pedro Sánchez dijo que no dormiría con Podemos en su Gobierno. Albert Rivera aseguró que nunca contribuiría a perpetuar gobiernos como el del PP en Castilla y León. Alberto Núñez Feijoo solía llamarle ultraderecha a Vox para marcar distancias. Santiago Abascal les decía a los populares que eran la derechita cobarde. ERC, que se sigue vendiendo como un partido de izquierdas, se ha convertido en el gran aliado de Xavier Trías, ese político que denunciaba en campaña que un señor que está cobrando 3.000 euros no puede llegar a fin de mes (se ve que a los que no llegan ya se dan por perdidos). Mucho canto a la lista más votada, pero siempre que me convenga. Los números de concejales y diputados acaban borrando las palabras y difuminando las líneas rojas. Los resultados son ese VAR caprichoso que lo rearbitra todo: le decíamos a usted que era un penalti, pero es tarjeta amarilla al delantero, se tiró de forma descarada, ahora lo vemos claro. El colmo es que, mientras tanto, unos y otros siguen colando en sus mensajes y discursos sus principios inamovibles, sus fronteras infranqueables. Todo se reduce a alcanzar o mantener el poder. La silla. El bastón. Así, muchos precintos se han ido rompiendo en los últimos años. De todo tipo. Perdiendo formas y fondo. Llevando a parlamentos y consistorios el vocabulario y la profundidad de las conversaciones de una barra de bar (con el máximo respeto que merece el escenario). En la política española solo ha habido una verdad universal. Las elecciones generales son ese juego del todos contra todos en el que siempre gana el PNV.