El BCE llega tarde

Fernando González Laxe EXPRESIDENTE DE LA XUNTA DE GALICIA

OPINIÓN

KAI PFAFFENBACH | REUTERS

21 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Tras la recesión del 2008, los bancos centrales se enorgullecían de haber mantenido una inflación baja y estable. Es la fase denominada de la gran moderación. Dicha realidad fue reflejo de la consolidación de la economía global. La plena incorporación a la economía mundial de China, India, Rusia y la Europa del este significó un aumento de la productividad y un proceso des-inflacionista que se vio reforzado por dos elementos: los factores demográficos y las alzas de la producción y el consumo.

Los bancos centrales adoptaron una política de relajación que se reforzó con programas de compras de activos. Es decir, se ignoraron algunas perturbaciones de oferta y no se tuvieron en cuenta ciertos movimientos de precios tanto de la energía como de las materias primas; a la vez que afirmaban que dichas alzas no eran más que transitorias y que los impactos en los mercados laborales apenas tenían repercusiones negativas.

En la reunión de Jackson Hole (este agosto pasado), el presidente de la FED reconoció que tardaron en actuar, y en la actualidad no queda más remedio que luchar contra la inflación, que se antoja muy preocupante. Tres lecciones extraemos de estas consideraciones iniciales. La primera es la falta de humildad y la elevada complacencia consigo mismos de los máximos gestores de los bancos centrales. La segunda, la gravedad de la situación actual, que es producto de una excesiva relajación de los vigilantes de las políticas monetarias. Y la tercera, que ahora tenemos que padecer una desaceleración económica para encontrar el camino de la recuperación.

La decisión del BCE de incrementar los tipos de interés hasta el 1,25 %, previo a las sucesivas subidas que se prevén hasta fin de año, pone de manifiesto la dificultad de controlar la inflación y confirma un estancamiento de la economía tanto este año como el próximo. A mi juicio, es un acto de sobreactuación. Aumentar los tipos de interés supone frenar la economía, en la medida que encarece la financiación y ello afecta a los que tienen solicitado un préstamo (ejemplo: hipoteca de la casa); a los empresarios que tienen financiación ajena (ejemplo: suben sus gastos financieros); a los consumidores (sufren deterioro de sus rentas, que se traslada a una disminución del gasto); a los inversores (una subida de tipos desvaloriza la renta variable); y a los gobiernos (encareciendo la deuda que tienen que pagar). Esta situación supondrá un freno a la inversión, afectando a la confianza de la sociedad.

Por eso, nos interrogamos si subir los tipos de interés es la decisión correcta. La herramienta utilizada por el BCE es una opción compleja. De una parte, controlar la inflación exige frenar la demanda y el consumo. La consecuencia es desacelerar la economía y sacrificar el crecimiento a corto plazo. De otra parte, subir los tipos de interés significa incrementar la remuneración por los depósitos y que la deuda pública gane atractivo para los inversores. Con ello aumentan las desigualdades y se incrementa lo que hay que pagar por la deuda pública, lo que supone detraer financiación para otros usos y fines. De ahí la trascendencia de las decisiones.

El BCE no goza de gran credibilidad después de que en el período 2009-2019 optara por incentivar una economía endeudada y «gastosa», manteniendo los tipos bajos (incluso negativos), restringiendo incentivos a las reformas y suspendiendo las reglas fiscales. El BCE suele actuar siempre tarde, a remolque de las circunstancias y siendo rehén de su gobernanza. Cuando habla del proceso de normalización de su política monetaria nunca se sabe hasta dónde quiere llegar. Se jacta de frases míticas. La de Mario Draghi fue un ejemplo, «whatever it takes». Ahora Lagarde hace lo mismo, «debemos actuar para mantener nuestra credibilidad» y «movernos ni muy rápido, ni muy lentos».

Quedan muchas dudas: cuándo va a reducir su cartera de bonos acumulada (cerca de 8 billones de euros) o cómo resolver la ecuación de elevada inflación y venta de bonos. Sería bueno hacer como la FED, explicar todo el proceso y no quedar al pairo. Y, sobre todo, repensar la relación inflación-crecimiento.