Psicología tras la decisión de Pedro Sánchez: «Si no puedes asumir su peor consecuencia, has arriesgado demasiado»

Lois Balado Tomé
LOIS BALADO LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

En ocasiones, podemos recurrir a la experiencia que da la psicología para tomar decisiones difíciles.
En ocasiones, podemos recurrir a la experiencia que da la psicología para tomar decisiones difíciles. La Voz de la Salud

El presidente del Gobierno, que debe optar entre seguir o marcharse, tiene mejores opciones para acertar que deshojar la margarita o lanzar una moneda al aire

29 abr 2024 . Actualizado a las 10:21 h.

Todos los trabajos son duros, vaya eso por delante, pero no hay que ser un gran experto en psicología para deducir que el cargo de presidente del Gobierno debe de ser un puesto en el que existe una carga importante de estrés. Hay una rama de la psicología que se encarga de estudiar el comportamiento y los problemas que sufren las personas en su entorno laboral. De ahí salen un montón de terminologías que hemos ido adaptando a nuestro vocabulario como el síndrome de burnout —o del trabajador quemado— o eso que hemos conocido como renuncia silenciosa. Sin embargo, este no parece ser el problema de Pedro Sánchez.

El presidente del Gobierno sorprendió a todos con su anuncio de que necesitaba un tiempo para ver si esto de liderar una nación como España merece o no la pena. Su caso, aparentemente, no responde a un desencanto con su profesión, sino que tiene implicaciones mucho más profundas. «La pregunta que legítimamente me hago es ¿merece la pena todo esto? Sinceramente, no lo sé. Este ataque (a su esposa, Begoña Gómez) no tiene precedentes, es tan grave y burdo que necesito parar y reflexionar con mi esposa. Muchas veces se nos olvida que tras los políticos hay personas. Y yo, no me causa rubor decirlo, soy un hombre profundamente enamorado de mi mujer que vive con impotencia el fango que sobre ella esparcen día sí y día también», exponía el presidente en una carta pública.

He ahí el quid de la cuestión: el amor. La mayoría de los ciudadanos tienen la suerte de que el trabajo no interfiera con su vida personal de manera frontal. Nuestros trabajos afectan en muchas formas a lo que sucede en nuestras casas —esencialmente, quitándonos tiempo de estar con nuestras familias, lo cual acostumbra a ser una fuente de conflictos—, pero no es lo habitual que el principal tema de conversación en nuestras empresas sea la situación patrimonial de nuestro cónyuge. Y en esas está Sánchez, sumido en una crisis de lealtades —por una parte se debe a su familia; por la otra, a cuarenta y siete millones de españoles— ha decidido parar y reflexionar. 

Independientemente de las opiniones que pueda generar esta decisión de Sánchez, está claro que el presidente se ha comprometido a tomar una decisión. Y no es menor. 

Consejos para tomar decisiones

Decidir implica la posibilidad de poder equivocarse. Estas posiciones de encrucijada son parte esencial del ser humano y han nutrido la historia de la filosofía y la literatura durante siglos —«ser o no ser, esa es la cuestión», se cuestionaba Shakespeare en Hamlet—. Tanto debate generan que hasta nos hemos inventado juegos de mesa para pasar el rato y divertirnos. Del mismo modo, hemos inventado métodos para que la aleatoriedad decida por nosotros: está la fórmula de deshojar la margarita y también la solución de lanzar una moneda al aire. Del mismo modo, siempre hay alguien que apuesta por consejos muy socorridos para tratar de ayudarnos a decidir como escribir en una libreta las ventajas y desventajas de cada una de las opciones o ese que dice que, al lanzar una moneda al aire, ya sabrás de qué lado quieres que caiga. 

Aunque la psicología no va a decidir por nosotros, sí nos ofrece algunas pautas. Es una lástima que el anuncio de Sánchez nos cogiese un día después del Día del Libro, porque le hubiésemos recomendado encarecidamente adquirir en una librería Decisiones Vitales (Plataforma Editorial, 2024), del psicólogo Pep Marí. Se trata de un pequeño manual muy bien elaborado en el que se exponen de forma muy didáctica ciertos puntos esenciales que toda persona debe tener en cuenta antes de tomar una decisión de calado. Si alguien tiene hilo directo con la Moncloa, sería importante que se los hiciesen llegar al presidente. Esta lista de elementos importantes a la hora de tomar una decisión elaborada por Marí, es la siguiente:

  • Si la decisión que tomas ha sido tomada pensando en evitar, te has equivocado. El psicólogo explica que «las decisiones se toman para acercarse a un objetivo que se persigue, nunca para alejarse de algo o alguien que se quiere evitar». 
  • Si no puedes asumir su peor consecuencia, has arriesgado demasiado. Es decir, que no vayas de farol, porque tienes serias posibilidades de poder arrepentirte. 
  • En las decisiones profesionales: más cabeza que corazón; en las decisiones personales: más corazón que cabeza.
  • Cuanto más dudes, menos riesgo debes asumir.
  • Si tu decisión no es coherente, te arrepentirás.
  • Si decides por miedo, ego u odio, no funcionará. 
  • Si no tienes presentes los criterios de tus referentes (ya sea una madre, un padre o un viejo mentor político), revisa tu elección. Y ojo, esto no es lo mismo que tomar una decisión para hacer feliz a alguien obviándote a ti mismo. Eso no tendría mucho sentido. 
  • No decidas solo por acertar, hazlo también por aprender. 
  • «No quieras decidir solo, pide consejo a la gente que te rodea», dice el autor. 

Pistas para no arrepentirse

Los psicólogos James Prochaska y Carlo DiClemente elaboraron en el año 1982 algo que denominaron el Modelo Transteórico del Cambio. Estos dos psicólogos, uno estadounidense y el otro italiano, planteaban en este enfoque una serie de fases por las que todos pasamos cuando queremos abandonar un hábito, pero, aunque inicialmente diseñado para abandonar conductas adictivas, se ha mostrado útil para cualquier tipo de decisión. Los dos profesores exponían las siguientes fases:

  1. La fase precontemplativa: aquí la persona no ve ni se contempla la necesidad de cambiar.
  2. Fase contemplativa: se empieza a plantear la posibilidad de un cambio, aunque de momento no encuentra razones para afrontarlo.
  3. Fase de preparación: aquí ya se admite que algo hay que hacer.
  4. Fase de acción: comienzan a realizarse acciones con el firme propósito de que haya un cambio.
  5. Fase de mantenimiento: las acciones iniciadas persisten en el tiempo.
  6. Etapa de recaída: la recaída es posible, pero fallar no implica que el camino no haya merecido la pena ni que no se haya aprendido. Superar la recaída, fortalece los avances previos.

En base a esta clasificación, el presidente del Gobierno podría estar en torno a esa fase de acción (4). Y si contamos todo esto —mejor dicho, es parte de lo que Marí cuenta también en Decisiones Vitales— es porque es importante, a la hora de tomar una decisión, ser consciente de en qué fase del camino está uno. Así, Pep Marí incluye otra serie de variantes que, según su experiencia son importantes. La primera, si tienes una ventaja, aprovéchala; la segunda, si ya no encuentras ilusión en volver a intentar algo, es un buen momento para cambiar; la tercera, «si la vida te da limones y tú querías hacer naranjada, déjate el alma para conseguir naranjas», dice Marí, vamos, que si no es lo que quiere, a otra cosa y sin remordimientos señor Presidente; cuarta, la preparación y el talento determinan cuánto riesgo podemos asumir a la hora de decidir; quinta, cuanto más trascendente es la decisión, más a largo plazo debe ser valorada; y por último, expone Marí lo que os hemos contado: sé consciente, si tu decisión implica un cambio, en qué etapa de ese cambio te encuentras actualmente. 

La verdad es que, aunque esta lista de consejos vayan con palacio de la Moncloa escrito en el destinatario, al final son bastante útiles para todos y todas. ¿No os parece?

¿Cómo decide el cerebro de Pedro Sánchez? (Y el de todos nosotros)

No todas las personas que se encuentran en posiciones de poder tienen la misma capacidad de decidir. Porque hay decisiones que buscas —esta de Sánchez—; otras, sin embargo, hay que tomarlas porque nuestra sociedad no nos permite no hacerlo. Un ejemplo de este último es la ropa que nos ponemos cada día, porque no estaría demasiado bien visto que un presidente o un gran empresario apareciese desnudo en una asamblea. Precisamente por el desgaste que suponen y suponían sus grandes decisiones en el día a día, Mark Zuckerberg o Barack Obama siempre se vestían igual. ¿Pero cómo se gesta este proceso de toma de decisiones?, ¿qué parte exprimimos de nuestros cerebros que nos provocan estos estados de nerviosismo e indecisión?

La neurociencia ha trascendido mucho más allá de las implicaciones filosóficas que arrastra una decisión y se ha dedicado con el paso de los años los procesos que llevan a un ser humano a decidir entre una cosa u otra. De hecho, existen posiciones científicas deterministas muy bien argumentadas que llevan la conclusión de que somos incapaces de decidir en libertad; que el libre albedrío no existe. Como mucho tendremos, una «sensación de control» ficticia como nos explicó detalladamente el profesor de neurobiología de la Universidad de Stanford Robert Sapolsky.

Existen estudios clásicos que muestran, a través de resonancia magnética funcional, que nuestro cerebro parece tomar las decisiones antes de que seamos conscientes de haberlas tomado. Por ejemplo, si nos encontramos un billete en la calle, todo tipo de variables que influyen en el veredicto final y que escapan de nuestro control entran en juego —si está sucio o mojado el billete, nos puede dar asco; si hay o no otras personas alrededor, podría disuadirnos de tomarlo—. En este sentido, es posible que Pedro Sánchez ya haya decidido qué va a hacer antes de que él mismo sepa qué hará.

«Muchas veces, antes de tomar una decisión, se activan zonas del cerebro relacionadas con la acción. Por tanto, la decisión estaría tomada antes de que, subjetivamente, la consideremos», explicaba el neuropsicólogo Aarón Sánchez del Olmo a La Voz de la Salud. Esas zonas en concreto están relacionadas, efectivamente, con la inteligencia, pero también aquellas encargadas de las emociones e incluso juega parte de la partida la información que el cuerpo obtiene de sus órganos sensoriales. 

Del mismo modo, la memoria juega un papel fundamental en la toma de decisiones. Es decir, las propias vivencias de Sánchez  le llevarán a tomar una decisión, que tal vez fuera distinta si no hubiese sido el protagonista de ese Manual de Resistencia en el que se ha convertido su carrera política. Sobre esta toma de decisiones y los diferentes procesos se expresaba Pilar Flores, catedrática de psicología de la Universidad de Almería, en este reportaje: «En la toma de decisiones, no solamente intervienen procesos cerebrales racionales, sino también procesos fisiológicos emocionales. Tú tienes en cuenta cómo te ha ido en situaciones semejantes anteriormente, cómo te has sentido, cómo ha respondido tu cuerpo, y eso tiene un reflejo en tus respuestas periféricas. Si lo sabes interpretar, puedes utilizarlo para tomar la siguiente decisión». Tal vez que Pedro Sánchez entienda que existe un determinismo que, en parte, ya ha tomado una decisión por él pueda ayudarle a asumir las consecuencias de lo que realmente quiere hacer. Porque decidirse, seas el Presidente del Gobierno o de tu comunidad de vecinos, no siempre es fácil. 

Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.