El peronismo afronta una de las peores crisis de su historia

Cecilia Valdez BUENOS AIRES / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

Sergio Massa salud a sus seguidores tras conocer su derrota.
Sergio Massa salud a sus seguidores tras conocer su derrota. MATIAS MARTIN CAMPAYA | EFE

La derrota de Sergio Massa abre el proceso de reconstrucción del kirchnerismo y la búsqueda de un líder

21 nov 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

El resultado de las elecciones de Argentina no solo dio como ganador a Javier Milei, el candidato de La Libertad Avanza, sino que supone una dura derrota del peronismo en las urnas. En estas elecciones, Unión por la Patria solo pudo imponerse en las provincias de Buenos Aires, Santiago del Estero y Formosa, perdió el control de otras diez y obtuvo el 44,3 % de los votos (11.516.142). Entre los comicios del pasado octubre y la segunda vuelta, el peronismo, sumó menos de 1,9 millones de papeletas. 

Ni siquiera el reelecto gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, que en la primera vuelta hizo una muy buena elección —ganó por veinte puntos de diferencia—, pudo contener la arremetida por la derecha. Si bien el peronismo ganó en la provincia de Buenos Aires, que contiene el 37 % del padrón electoral, la diferencia fue de menos de un punto, lo que significa una derrota histórica del peronismo que se había dejado ilusionar con una nueva diferencia de veinte puntos que permitiera arrastrar a Massa a la victoria. 

Kicillof se erige, de esta manera, como el único baluarte del kirchnerismo para liderar la oposición a Milei. Su primera tarea será garantizar la inyección de fondos estatales para su gestión como gobernador.

El exministro de Economía durante el mandato de Cristina Fernández a diferencia del candidato presidencial, Sergio Massa, sí pertenece al núcleo duro del kirchnerismo-peronismo; y su victoria en la primera vuelta fue clave para el oficialismo. La otra clave fue el trabajo de Máximo Kirchner, el hijo de los expresidentes Cristina y Néstor Kirchner, y de su organización: La Cámpora.

Máximo es uno de los cuadros políticos más importantes del peronismo y presidente del Partido Justicialista bonaerense. De bajo perfil y sin grandes pronunciamientos públicos, durante la campaña logró imponer su estrategia: hacerse fuerte en la provincia de Buenos Aires. Por lo demás, mantuvo su asiento en el Congreso, y en diciembre desembarcará con fuerza en la legislatura bonaerense con dirigentes que le son fieles. Hoy por hoy, es una incógnita cuál es la relación entre Axel y Máximo, o lo que es lo mismo, entre el hijo político predilecto y el hijo de sangre de Cristina.

Un candidato cuestionado

El peronismo, que vivió este proceso electoral como una lucha interna a cielo abierto, atraviesa una de las peores crisis de su historia. Ya en junio, cuando cada fuerza definió a los candidatos a competir en las elecciones primarias de agosto (PASO), muchos señalaron la falta de atino que implicaba optar por Sergio Massa, en su condición de ministro de Economía de una gestión a todas luces fracasada. Un aspirante que, además, no convencía en las mismas filas del peronismo-kirchnerismo. Pero que Massa fuera el candidato de consenso del peronismo daba cuenta más de la crisis interna que atraviesa esta fuerza que de cualquier otra cosa. Y aunque el triunfo del ministro de Economía en primera vuelta abrió la posibilidad de que el oficialista pudiera sostenerse y acceder a la presidencia del país en base a su personalidad, su experiencia y su notable capacidad para generar puentes y alianzas, la ilusión duró poco.

En la segunda vuelta, y por distintas razones, tanto los argentinos con bajos recursos —históricamente peronistas, pero muy golpeados por la crisis económica— como los seguidores de la derecha tradicional —que en primera vuelta votaron por Juntos por el Cambio—, se decidieron por Milei y le dieron la espalda al peronismo. 

Tras su derrota, Massa, a quien se le reconoce una gran capacidad para rearmarse y volver a salir al ruedo, pero también de saber retirarse a tiempo, deslizó la posibilidad de tomarse días de vacaciones de aquí al 10 de diciembre —fecha de la toma de poder de Javier Milei— y dejar la transición en manos del presidente, Alberto Fernández. Una decisión que finalmente quedó supeditada a la reunión que mantendrán Fernández y Milei.