«El cielo en la cabeza» o cuando la realidad todavía es peor

FUGAS

Una belleza sobrecogedora envuelve una de esas historias que preferimos ignorar y que narran con maestría Antonio Altarriba, Sergio García y Lola Moral en uno de los mejores cómics europeos de los últimos años

21 feb 2024 . Actualizado a las 14:30 h.

Contaba Joseph Conrad que el Congo era el corazón de las tinieblas. Y la oscuridad no se ha levantado de allí. Es un país asentado sobre una enorme mina de materiales preciosos que ha sido su condena. Explotado hasta límites insospechados por Europa primero y por China ahora, es un territorio de niños soldados, miles de ellos matando y muriendo de forma indiscriminada cuando deberían estar camino de la escuela para aprender a leer. Un lugar en el que si se nace mujer lo normal es que la violen tres veces en la vida. Y donde la única esperanza pasa por mirar el norte e imaginar que allí, donde quiera que sea eso, esta pesadilla se habrá quedado atrás.

Esto es lo que pasa en ese lugar del mundo. Y esto es lo que cuentan en El cielo sobre la cabeza (Norma editorial) Antonio Altarriba (guion, inspirado en las experiencias que le contaron desde oenegés), Sergio García (dibujo) y Lola Moral (color), incluso con el freno de mano puesto. Porque la realidad posiblemente (seguramente) sea peor.

Este es un tebeo extraordinario. Desde todo punto de vista. Es un prodigio en la forma, un espectáculo visual, un ejemplo de uso de color. Y es un ejercicio soberbio en el fondo, con una narración, brutal, sin complicaciones. Todo está al servicio de un único propósito: narrar la historia de un nadie. Un nadie al que se da en llamar Nivek, pero que representa la vida de tantos y tantos que acaban muertos en las aguas del Estrecho, tirados en el desierto, asesinados por mafias porque les sobran, o encarcelados en una prisión europea, en el mejor de los supuestos a los que se enfrentan.

Altarriba, que es una de las firmas más solventes en el cómic europeo, dispone una historia lineal, a modo de río, que va de sur a norte. Empieza en una mina de coltán, donde trabaja este crío, con nulas expectativas, y a quien la fatalidad —nada de insensatez juvenil, porque no hay posibilidad de elegir vida entre las tinieblas— le lleva a convertirse en un niño soldado. Armado del valor que solo dan las drogas (de otra manera sería imposible resistir lo que tiene que afrontar), será capaz de pasar a cuchillo o fusil a toda su familia, incluida su propia madre, con su mente anulada. Solo ejecuta. La crudeza, sin morbo, de cada escena solo le puede mitigar intentando pensar que eso ocurre lejos. Y eso es lo que hace Occidente, claro.

Nivek pasa de niño soldado a migrante hacia el norte, conoce la amistad auténtica (fuera ya de los psicotrópicos), y hasta se llega a enamorar en unos pasajes deliciosos. Todo ello mientras intenta llegar al paso en patera hacia España. Es la odisea contemporánea, la de miles y miles de nadies que se aventuran a cruzar selva, sabana, desiertos, montañas... Armados ya solo de valor, sin apenas una moneda más que pagar a las mafias, y convertidos exclusivamente en mercancía. Por el medio, Altarriba cuela elementos mágicos de África, música, tradición... Y hasta alguna concesión a la sonrisa.

Esta historia se conoce, sí. Pero El cielo en la cabeza tiene elementos de sobra para que no quede arrinconada. De entrada, el espectacular despliegue estético que firman Sergio García y Lola Moral. Ella exprime una paleta amplia página tras página, sorteando el recurso fácil (la sangre, por ejemplo, es negra, para reducir el impacto visual). El choque entre la belleza de los variados paisajes africanos y la violencia que sucede dentro es impactante. Y él, el dibujante, decide que si la historia no es potente de por sí, pues hay que darle una vuelta a la manera de narrarla, sin que el lector se vea sobrepasado. Es un ejemplo de virtuosismo. Se rompen los marcos tradicionales de las viñetas (cambios de tamaño de personajes, secuencias superpuestas…) para presentar secuencias con dos y tres lecturas que, a la vez, hacen que los pasos de Nivek vayan fluyendo. Nada se deja a la improvisación.

Pero todo responde a un plan perfectamente diseñado para que la infeliz vida de este chaval te revuelva, te sacuda, y te acuerdes de cada Nivek cuando evitas (evitamos) abrir los ojos al sur. Que también existe.

«El cielo en la cabeza». Antonio Altarriba (guion), Sergio García (dibujo) y Lola Moral (color). Editorial Norma. 144 páginas.  28 euros