La solución para 3.000 separatistas procesados centrará la negociación de Sánchez con Carles Puigdemont

ELECCIONES 23J

David Borrat | EFE

Pedro Sánchez no cederá en la autodeterminación ni permitirá volver al expresidente sin pasar por prisión

25 jul 2023 . Actualizado a las 22:15 h.

Para volver a ser investido presidente, Pedro Sánchez tiene que superar dos escollos. Y ambos parecen a día de hoy factibles en la sala de máquinas socialista, que seguirá trabajando en las próximas semanas mientras el presidente en funciones ha invitado al país a irse de vacaciones y descansar.

El primer escollo es el PNV. No va a ser sencillo para los nacionalistas vascos votar a favor de una investidura de Sánchez en la que Bildu es uno de los socios prioritarios, o al menos esa es la etiqueta que se ha adjudicado Arnaldo Otegi. A excepción del período 2009-2012, cuando la Lehendakaritza estuvo en manos del socialista Patxi López, el PNV no se ha bajado del gobierno vasco en los últimos 45 años, pero en las dos elecciones celebradas desde mayo, la formación heredera de HB ha sido la más votada en el País Vasco y amenaza seriamente la hegemonía peneuvista. No obstante, en el PSOE creen que con el PNV no va a haber ningún problema, porque si votar lo mismo que Bildu es un mal trago, votar con Vox para que se repitan elecciones sería un suicidio, teniendo en cuenta que Otegi, de la mano con Rufián, están llevando la voz cantante con el discurso de evitar un bloqueo que le daría una segunda oportunidad a la ultraderecha. El primer indicio que apunta en esta dirección ha sido la negativa del PNV siquiera a sentarse con Feijoo.

Los focos se van a centrar exclusivamente en Junts. Es decir, en la mansión de Waterloo en la que vive el fugado Puigdemont. Paradójicamente, Junts y ERC cada vez tienen menos apoyos en Cataluña y más influencia en la política española. Y esta vez la aritmética parlamentaria ha querido que el ex presidente huido vuelva al centro de la vida pública española, algo que no ocurría desde los fatídicos incidentes de finales del 2017.

Puigdemont mantuvo hasta la semana pasada que no iba a investir a ningún presidente del Gobierno español. Pero la portavoz de Junts, Míriam Nogueras, matizó durante la noche electoral que no lo harán «a cambio de nada». ¿Qué sería, por tanto, ese «algo» que podría torcer la voluntad de Puigdemont?

El expresidente de la Generalitat, que sigue teniendo el control absoluto de la formación, tendrá dos opciones en la investidura de Sánchez, que se votará una vez se haya constatado que Feijoo no tiene números siquiera para intentarlo. La primera es bloquear, enfadar a toda Cataluña y forzar unas elecciones que nadie quiere, mucho menos un independentismo que no para de bajar. La segunda es negociar y apuntarse un tanto a costa de ERC, el partido que ha llevado las riendas del movimiento independentista desde la moción de censura a Rajoy de hace cinco años.

Pero, de nuevo, ¿negociar qué? ¿Autodeterminación y amnistía, como reclama el eslogan de Junts? ¿Eso qué significa? Fuentes muy próximas al PSC explican que la segunda parte es innegociable y Pedro Sánchez solo cederá lo que ya ha cedido con ERC. Es decir, someter a referendo lo que salga de la mesa de diálogo entre los gobiernos español y catalán. La mesa del diálogo es una entelequia, una mentira piadosa que el PSOE y ERC se han contado mutuamente, y que ha permitido a los republicanos ir pinchando el suflé de la independencia de forma controlada. En la segunda parte va a estar la clave. La amnistía, los indultos, el futuro judicial de Puigdemont y compañía. El principal problema de Esquerra y Junts en estas dos últimas elecciones ha sido la abstención del independentismo más irredento, personalizado en gente como el cantante Lluís Llach. Esta rama de la política catalana reniega de ERC porque se siente traicionada. Llach le afea a Junqueras que haya bajado los brazos una vez ha resuelto su problema, es decir, una vez ha salido de la cárcel.

Las negociaciones entre Puigdemont y Sánchez, explican las mismas fuentes, podrían centrarse en los más de 3.000 encausados por la justicia que no han sido indultados. En algunos casos ni siquiera condenados. Se trata de personas que fueron detenidas en los disturbios de noviembre del 2017, por intentar bloquear el aeropuerto del Prat, cortar autopistas, etc. Muchos de ellos ya han sido condenados con multas de hasta 600.000 euros y penas de prisión de entre 3 y 5 años. Pedro Sánchez, advierten estas fuentes, no va a conceder nada que pase porque Puigdemont regrese a España sin pasar por prisión: «Ya le ha visto las orejas al lobo con los indultos y el final de la sedición, y no va a dar nada más. «Pero, de la misma manera que la fiscalía ha presentado unos cargos, se pueden retirar, por estimar que de lo ocurrido ha pasado demasiado tiempo y no supone riesgo para el futuro», explican las mismas fuentes.

De esta manera, Puigdemont no lograría nada relevante para él pero se erigiría en el gran líder del independentismo, destronando a Junqueras. A fin de cuentas, esa fue la batalla en el mundo independentista que llevó al choque de trenes porque ninguno de los dos quería ser el primero en bajarse en marcha. En términos más prosaicos, explican las mismas fuentes, la vida de Puigdemont en Bélgica es muy precaria: «En Europa ya nadie le hace caso, ya no sale en TV3. Ya no puede salir del país, ni siquiera a las sesiones del Parlamento Europeo en Estrasburgo, una vez le acaban de retirar la inmunidad». Negociar una entrega y un paso por prisión razonable, como el que tuvieron Junqueras y el resto, no parece por tanto descabellado. «Las presiones van a ser brutales y en el mundo de Junts va a pesar mucho la llamada alma convergente, el establishment nacionalista de la época de Pujol», explican las mismas fuentes. No será sencillo, pero es el escenario con el que juega Pedro Sánchez en el nuevo tablero parlamentario. Por ahí irá la «fórmula de gobernabilidad» que la democracia «logrará encontrar», según pronosticó en la reunión con los suyos celebrada el lunes.