Unos de los grandes cerebros que ha exportado nuestro país es Luis Rojas Marcos, psiquiatra afincado en Nueva York. En una reciente entrevista ha reconocido que a los 14 años suspendía todas, menos Religión y Formación del Espíritu Nacional, y que le mandaron al colegio de los «cateados». Nadie apostaba nada por él en cuanto a formación académica se refiere hasta que apareció una profesora, Lolita, que vio algo en él que los demás no fueron capaces de hacerlo. Lo incentivó, le hizo sentir que podía aprobar, que era capaz, y ahí empezó una imparable carrera que ha hecho de él uno de los españoles intelectualmente más universales.
Esto, ocurre a diario en todos los colegios del mundo. Alumnos oscuros porque nadie se preocupa de sacarles brillo hasta que aparece la Lolita de turno, cuando aparece, y aquel niño torpón por falta de motivación despunta con un cociente intelectual de escándalo.
Siempre admiré de los profesores la paciencia que deben tener, sobre todo los dedicados a la enseñanza de los más pequeños. Seguro que en numerosas ocasiones es una profesión ingrata, máxime en estos tiempos donde los papás adquieren excesivo protagonismo e intentan inmiscuirse en su labor más de la cuenta, pero cuando para ellos su trabajo es vocacional también deben tener momentos de suma felicidad. Ayudar a un joven que va a depender de él o ella para ser alguien en la vida no tiene precio.