Modric se apaga fenomenal

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Susana Vera | REUTERS

El croata deja otra gran actuación en el que probablemente sea su último clásico con el Real Madrid, el número 33

22 abr 2024 . Actualizado a las 00:05 h.

José Luis Cuerda, fabricante de las mejores frases del cine español, le regaló al Don Alonso de Amanece que no es poco aquella hecha a la medida para encajar en un gran final: «Qué irse, qué apagarse... Con qué parsimonia. Estoy disfrutando que no te puedes imaginar». Le sirvió al doctor para despedir al moribundo padre de Varela y debería servir para enmarcar el último clásico de quien mejor ha portado en décadas el 10 del Real Madrid.

Se va (o eso dicen) Luka Modric, que lleva meses buscando la plaza idónea para no salir por la puerta de atrás. Rozó un desenlace amargo en Mánchester, a punto de cargar con la culpa de la eliminación en Champions tras abrir en falso una tanda de penaltis enderezada por varios secundarios sostenidos por Lunin. Cinco orejonas ha levantado ya el croata, que aún podrá levantar seis. Será en Wembley, si hasta allí llega su equipo; no podría ser otro lugar.

Tratando de que no se le haga eterno el camino, Carlo Ancelotti ha dosificado al centrocampista, puesto a régimen de partidos para conservar una figura que ha ido afilándose a la vista de la afición. Desgastado por las doce temporadas al servicio del club blanco, solo ha completado tres partidos en la actual. Dos citas de menor calado y el clásico del Bernabéu con el que queda resuelto el torneo doméstico para centrar fuerzas en el continental.

Un duelo entre grandes que se presentaba desequilibrado por la distancia en puntos y la diferencia anímica entre quien sobrevivió a un cruce envenenado en el Etihad y quien se desfondó tras partir con ventaja en el Camp Nou. De darle empaque se encargó un chaval de 16 años, tormento de Camavinga, y un veterano con 22 más. Tiene Modric un hijo que casi ronda la edad de Lamine Yamal.

Tiene también un talento sin fecha de caducidad. A él se agarró el Madrid, entregándole la medular. El croata fue el jugador local que más pases repartió en el encuentro, acercando al 90 % su dato de precisión. Le siguió Lucas Vázquez, empeñado en desviar el foco a su penalti provocado, su asistencia y su gol. El de Curtis, siempre fiable, hizo números de renovación.

No buscaba el capitán un curso extra en su clásico 33. Si acaso, decantar definitivamente la balanza de choques con el Barcelona —trece perdidos, quince ganados—, ayudar al equipo a desplegarse y tener algún detalle con quienes le han acompañado hasta aquí. Un amago de asistencia a Vinícius peinando el cuero, un chut blando a las manos de Ter Stegen, otra conexión con Vini, empleando el exterior... La regularidad habitual. Nada formidable, que aún quedan citas de enjundia por delante para uno de esos futbolistas por los que merece la pena hacer flashback.