Neida Barbeito, criada por su abuela: «Foi o meu 'loctite', todo pegado nun: avoa, nai, madriña...»

Santiago Garrido Rial
s. g. rial CARBALLO / LA VOZ

CERCEDA

ARCHIVO FAMILIAR

Día de la madre | A esta cercedense un ictus le arrebató a quien había sido todo para ella. Ocurrió en lo más duro de la pandemia: «Nai é a que te cría, non a que te pare»

05 may 2024 . Actualizado a las 11:39 h.

Hoy es el día de la madre, una fecha fundamental en tantas familias. Para honrar a la madre biológica (o para recordarla) o a la que, sin serlo, se comportó como tal durante años. En una Costa da Morte caracterizada por la emigración durante decenios, son muchas las abuelas (sobre todo), tías o hermanas mayores las que asumieron ese rol.

Neida no puede celebrar este día con ellas (sí como madre que ya es), porque su abuela-madre falleció hace cuatro años, en abril del 2020, cuando empezaba el estado de alarma por el covid. En un primer momento se le atribuyó el covid como causa del deceso, pero no fue eso, sino un ictus. Al entierro solo puso asistir ella, su marido y un tío: fue en lo más duro y desconocido de la pandemia. Tres personas en el cementerio, imposible (legalmente) más. Falleció en abril, y estuvo ingresada exactamente en la misma habitación del hospital en la que, un mes antes, el 18 de marzo, moría su suegra, esta de cáncer. A este sepelio fueron 13 personas.

Neida Barbeito Fernández es de Cerceda, como lo era su abuela-madre Baselisa, que en realidad se llamaba Mari Carmen Herminia Baselisa Fernández García. «Foi o meu loctite, todo pegado nun: avoa, nai, madriña, amiga... Acórdome dela moito, e bótoa moito de menos», cuenta, emocionada.

Su caso no es el de la emigración de otros cientos o miles de casos en la comarca, pero tampoco es único. Con tres meses, su madre se marchó y la abuela se hizo cargo. Como fue de bebé, se asumió desde el principio el papel materno, no solo como tal, sino a la hora de nombrarla. Hasta la propia familia citaba a Baselisa como madre, y Neida siempre la llamó «mamá», y eso que la diferencia entre ambas era de 54 años.

Eso sí, tardó un poco en descubrir la realidad, y además fue de una manera abrupta: «Foi na escola, tería eu cinco ou seis anos. Un neno díxome: ‘Ti non tés mamá, é túa avoa', e eu respondín: ‘É a miña mamá'. E pegueille. Non me castigaron. Cando cheguei á casa pregunteilles se eran os meus avós, e xa me enterei». No le importó. «Non, nunca botei de menos á miña nai. Miña nai foi miña avoa. A nai é a que te cría, non a que te pare», señala convencida. Además, tuvo la gran suerte de tener una relación muy directa e intensa: «Contáballe todo, e ela a min, entre nós non había segredos. Podiamos falar de calquera cousa, entendíame, porque era unha muller moi moderna para o seu tempo, aínda que fose maior», señala. Un vínculo también reforzado porque el abuelo falleció cuando era ella muy joven.

Su fallecimiento, tras 33 años unidas, le provocó «un impacto emocional tremendo», agravado por toda la incertidumbre que entonces provocaba el covid y la confusión y el error que le atribuyó inicialmente esa enfermedad, sin serlo. De hecho, Neida ni siquiera lo ha padecido nunca. «A morte da nai nunca se supera. Como tampouco te dás conta do que significa ser nai ata que ti o es. Non sabes ata ese momento o que sofres polos fillos, como ela sufría por min». Ahora, a su hijo Nathan, de 2 años, le habla de ella y le enseña fotos para que su recuerdo permanezca.