Traiciones poéticas II

Emilio Sanmamed
Emilio Sanmamed LIJA Y TERCIOPELO

BARBANZA

ANA GARCIA

25 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Continúa hablando el poeta: «Mi madre se deslomaba a trabajar día a día, perdiendo la juventud y la salud, y yo mismo empecé en una fábrica a los 12 años para evitar que nos muriéramos de hambre. Mi padre se quedaba todo el día escondido en un cuarto interior, tumbado, sin hacer nada. Y mi madre lo adoraba.

Todo lo mejor era para él, le aguantaba el mal humor, los gritos, incluso me dio una paliza un día. Lo odiaba. Sí, no me mires así. Lo odiaba a muerte. Cuando escribí la carta anónima delatándole pensé que para mi madre y para mí empezaría una vida nueva, podríamos ser libres de la presencia de ese fantasma. Sé lo que piensas, te permito la licencia de incluirlo.

Si al morir mi padre fusilado por aquella carta mi secreto hubiera muerto con él, quizá habría encontrado alguna manera de ser feliz. Pero mi madre se ahogaba, se volvió violenta, agresiva, tras su muerte me pegaba, me martirizaba cada día. La llegué a odiar mucho más de lo que odié a mi padre, por eso le hice algo mucho peor que a él: le conté la verdad. Me fui y nunca más la vi con vida.

Debí haberme tirado ese día desde el puente… pero decidí vivir mi vida y antes de partir necesito expiación. Ahora eres tú el que va a hacer justicia, mi querido joven. Borrando mi nombre de la historia, haciendo que tuerzan el rostro cada vez que lean mis obras, diciéndole al mundo que el poeta es y siempre ha sido un traidor».

Aquella noche murió el poeta. Y publiqué la biografía. Pero no incluí nada de su terrible secreto, la traición murió con él. Sí, mentí. Mentí porque yo creía en los héroes.