Laurina, jugadora del Dépor Abanca: «He pasado de tocar el infierno a tocar el cielo»

DÉPOR FEMENINO

VÍTOR MEJUTO

«Mi cabeza no está 100 % centrada en el fútbol, y no sé si volverá a estarlo nunca. Me pasó mucha factura aislarme durante este proceso, lloraba por cualquier cosa y no era capaz de ver más allá de una lona negra», relata la asturiana, que estuvo de baja por salud mental

09 may 2024 . Actualizado a las 13:14 h.

Con naturalidad y siendo consciente de que darle visibilidad a un tema tabú podría ayudar a los demás. Así afrontó Laura Gutiérrez, Laurina, (Luanco, 2000) una baja por salud mental que la tuvo varios meses alejada del fútbol. «Estaba hundida. Me estaba preocupando, porque ya no era una mala racha, sino que se había extendido en el tiempo. Necesitaba apartarme del fútbol, estaba generando rechazo hacia él», recuerda la jugadora del Deportivo femenino.

—Después de unos meses complicados, el ascenso le habrá supuesto un impulso emocional.

—Sí, a todos los niveles. Tocas un poco el infierno y parece que ahora tocas el cielo. Ha sido un alivio terminar la temporada bien y disfrutando después de pasarlo muy mal. Los tres días después del ascenso han sido los mejores de mi vida, sobre todo el de la celebración. Qué ambiente había, cómo se dio todo...

—¿En qué momento su cabeza hace clic?

—Diría que se fue fraguando en el tiempo. Era algo que venía de atrás y que no me había parado a gestionar. Muchas veces te pasan cosas y decides seguir para adelante guardándotelo para ti. Y, cuando ya no hay más hueco, se explota y sale. No hubo un día concreto, pero el fin de semana que jugamos contra el Alhama allí ya noto que llego al límite. Al acabar el partido hablé con mis padres y les comenté mi situación. No me encontraba bien, llevaba así un tiempo, y tenía que buscar una solución, porque no estaba disfrutando. Estaba hundida. Me estaba preocupando, porque ya no era una mala racha, sino que se había extendido en el tiempo. Necesitaba apartarme del fútbol, estaba generando rechazo hacia él y hacia todo lo que tenía que ver con él. No tenía ganas de ir a entrenar y a penas quería salir de casa. Mis compañeras intentaban tirar de mí, pero no tenía ganas. Quería encerrarme en mí misma, en casa. Me sentía vulnerable, y pensé que la única forma de no sentirme así era aislarme. Me pasó mucha factura.

—Emocionalmente sería duro de gestionar.

—Me encontraba como un flan. No soy una persona de lágrima fácil, pero esos meses no paraba... Lloraba por cualquier cosa, sentía que todo era gris y triste, que no había nada que me ilusionase. Sentía que tenía una lona negra delante y no era capaz de ver más allá. Me considero una persona súper risueña y enérgica, me gusta mucho vivir y disfrutar de las pequeñas cosas, pero durante muchos meses nada estaba bien. Cuanto más me encerraba, más daño me hacía y más pensamientos intrusivos tenía. Entré en un bucle. Fueron meses difíciles.

—¿Cómo revirtió la situación?

—Necesitaba salir de allí. La única forma que vi de alejarme de todo eso fue irme a casa. Una vez allí, sentí que ya podía respirar. Siempre trabajé con un psicólogo deportivo y todo se centraba en Laurina: en cómo rendía, en cómo podía alcanzar ciertos objetivos... Pero me puse en manos de una psicóloga para Laura, para asentar mi vida. Fue la mejor decisión que tomé. Había muchas cosas que no había trabajado y necesitaba hacerlo. Con un tratamiento completo buscamos una solución para Laura para, después, volver a ser Laurina.

—Primero centrarse en la cabeza, que todo esté bien. Después, ya llegará el resto.

—Nos olvidamos de que, si la cabeza no está bien, nada va bien. Desde pequeña lo sé, pero hasta que no te pasa algo así no eres 100 % consciente de la influencia que tiene la cabeza en todo.

—¿Cómo le trasladó tanto a Irene como a sus compañeras lo que sucedía?

—Irene fue la primera en enterarse. Me abrí con ella para explicarle mi situación en el aeropuerto de Alicante, después de jugar contra el Alhama. Le comenté que necesitaba alejarme para ponerme bien y decidir qué hacer. Lo estaba pasando mal yendo a entrenar, y me pareció justo que ella lo supiera. Me sentía con la confianza de abrirme y expresar todo lo que sentía. Su reacción fue de comprensión y me puso facilidades. Habló ella con el club antes de hacerlo yo. Esto fue un lunes y el miércoles nos volvemos a reunir, ya más tranquila. Ahí cerramos que sí, que me tenía que ir a casa. Todo fueron facilidades. El jueves, el último día de noviembre, me voy a Abegondo y hablo con mis compañeras. Fue un shock, ninguna lo esperaba. Quise darle toda la naturalidad del mundo y no intentar taparlo con un lesión muscular. De hecho, el club me preguntó si quería que se comunicase que me apartaba del grupo por salud mental. Dije que sí, que a estas cosas hay que darle el espacio que se merecen. Es una lesión más.

—Es un tema tabú que no se valora.

—Pues sí. Las personas con un poco de foco mediático podemos expresarlo para intentar que la sociedad lo vea normal. A lo mejor una niña con 15 años está pasando por una situación similar y si ve que a Laurina le pasa, es capaz de verbalizarlo.

«Mi cabeza no está 100 % en el fútbol y no sé si volverá a estarlo nunca»

Laura comienza ahora un proceso en el que deberá valorar si continuar en el Dépor o, al menos, vinculada a este mundo del deporte.

—¿Cómo se sintió, y se gestó, su regreso?

—Volví un par de meses después, poco a poco y asentándome. Muy progresivo. Estoy unos días primero por A Coruña, con mis padres, alejada del fútbol. Poco a poco voy yendo a Abegondo, vuelvo a ver a mis compañeras y a la rutina del fútbol. Todo muy progresivamente, porque no quería dar un paso hacia adelante y cuatro hacia atrás. El club, en todo momento, me dio la posibilidad de decidir los tiempos en este proceso y que todo fuese en función a mí. Siempre se me escuchó y hubo mucho interés en cómo estaba y en los pasos que yo quería ir dando. Pretendíamos evitar que llegase todo de golpe e ir gestionando todo a su debido tiempo. Se hizo todo muy bien y el proceso se cuidó mucho, lo que fue fundamental para que yo volviera bien.

—La hicieron sentir valorada como persona, ya no como jugadora.

—Pues sí. Al final estoy aquí como futbolista, pero que me des valor como persona... Es fundamental. Falta mucho de eso en muchas partes, sobre todo en ambientes tan exigentes. Hay que dar un rendimiento, y es muy difícil pensar en que es una persona, en qué le puede estar pasando para no rendir. Desde fuera es muy fácil decir qué mala es o criticar. Tenemos nuestra vida expuesta, y si no sabes gestionar eso, es duro.

—Su regreso supuso muchísimo para al resto de sus compañeras.

—Cuando me fui fue un poco desolación y sentimiento de tristeza. Al igual que cuando me marché fue sorpresa, volví por Abegondo sin que lo supieran. Ya que les di una mala noticia, que sea algo bonito y un aliento que me vean de vuelta. Aparecí de repente y fue muy bonito.

—Los temas mentales requieren mucho tiempo de sanación, su cabeza no estará 100 % centrada en el fútbol.

—No está y no sé si lo volverá a estar nunca, sinceramente. Creo que tengo que ajustar las expectativas a la realidad, y la realidad es que el fútbol a día de hoy no es lo mismo y no sé si volverá a serlo. Ahora le doy prioridad a Laura y a lo que Laura necesita y requiere. Todas las decisiones que tome van a ser pensando en ella. Todavía no sé si seguiré en el Dépor o en el fútbol. Hay muchas cosas en mi cabeza que organizar, tantear y decidir. Habrá que hablar con el club y conmigo mismo y, a partir de ahí, decidir lo que será mejor para ambas partes.